Alejandra León

Relación entre el ciclo mestrual y el ciclo lunar

Mujeres y magia

En las leyendas y la mitología, las energías que experimenta la mujer durante su ciclo menstrual se describían como un ritmo que reflejaba las fases de la luna.

La Virgen y la luna creciente representaban la fase que se extiende desde el fin del “sangrado” hasta el comienzo de la ovulación: las energías correspondientes a esta fase —generativas, dinámicas e inspiradoras— se asemejan a las de una joven doncella. Por otro lado, la Madre y la luna llena representaban el período mismo de la ovulación: las energías, en este caso, se asemejan a las de la maternidad pues ambas cuentan con la capacidad para criar, sustentar y fortalecer; la creatividad interna de la Madre surge para crear una nueva vida.

La disminución de la luz durante la fase menguante reflejaba la reducción de la energía física desde la ovulación hasta la menstruación, así como el aumento de la sexualidad, la creatividad, la magia, las energías destructivas internas y la conciencia. Podemos denominar esta etapa como la Hechicera, pues hace referencia a una mujer de cualquier edad menstrual que cuenta con el poder de la magia y del sexo tanto para crear como para destruir. En esta fase se liberan las energías creativas que podrían haberse destinado a dar vida a un hijo, sólo que esta vez se desarrollan en el mundo exterior.

La luna nueva y la Bruja Negra representaban la fase de la menstruación, en la que la Bruja encarnaba a la mujer que retiraba sus energías físicas del mundo terrenal para centrar su conciencia en el mundo espiritual. En esta etapa las energías creativas que se gestan en la mente pueden generar tanto una nueva vida como hijas-ideas.

Si comparamos el ciclo lunar con el femenino, las fases creciente y menguante son momentos de cambio y equivalen a las etapas de la Virgen y la Hechicera, en tanto que la luna llena y la luna nueva son períodos de equilibrio, al igual que las fases de la Madre y la Bruja. En este sentido, la fase de la Virgen es un ascenso hacia la claridad del aspecto exterior de la naturaleza femenina, mientras que la de la Hechicera es un descenso hacia la oscuridad de su aspecto interior. Por su parte, la fase de la Madre nivela la expresión externa de la energía con la expresión interna del amor, y la de la Bruja equilibra la calma del mundo interior con la gestación de un nuevo ciclo.

A pesar de que el ciclo se divide en cuatro fases, el límite entre estas no es rígido; en realidad cada una de ellas se funde de forma natural con la siguiente gracias al flujo de energías que caracteriza al ciclo menstrual. La mágica transformación de mujeres en animales, de ancianas en jóvenes doncellas, de doncellas en mujeres y de mujeres en vampiresas de los cuentos expresa esta idea.

Las energías de la Virgen:

Son dinámicas y radiantes, dado que la fase de la Virgen es el momento en que cada mujer se libera de su ciclo pro creativo y se centra sólo en su propio ser: tiene confianza en sí misma, es sociable y se siente capaz de afrontar todos los desafíos de la vida mundana; es firme, ambiciosa y tiene un gran poder de concentración, con lo que puede prosperar en su trabajo; éste es un momento idóneo para encarar nuevos proyectos. Con su fresca y renovada sexualidad, esta fase se convierte en un período de diversión y júbilo para ella, hasta el punto de que su aspecto externo expresa el entusiasmo que siente por el mundo ¡y sus ansias de volver a vivirlo a tope!

Las energías de la Madre

Aparecen cerca del momento de la ovulación y también son radiantes, aunque en una frecuencia diferente a las de la Virgen. La fase de la Madre es una etapa en la que la mujer empieza a prepararse para la abnegación que caracteriza a la maternidad, y en consecuencia pierde el interés por su propia persona. Así, sus deseos y necesidades se le hacen menos importantes, se vuelve protectora e irradia amor y armonía, en tanto que su sexualidad se manifiesta como una experiencia de amor profundo y el deseo de compartir. Tiene la capacidad de asumir responsabilidades, de crear de forma productiva y de “alimentar” proyectos e ideas que ya existen. Sus energías son tan potentes que tal vez descubra que atrae a los demás como si fuese un imán, y que muchas personas acuden a ella en busca de ayuda y apoyo.

Las energías de la Hechicera

Surgen cuando el óvulo ya ha sido liberado para no ha habido fertilización. La mujer comienza entonces a percibir el lado interno de su naturaleza; toma conciencia de los misterios de la misma, su sexualidad se hace más poderosa y se percata de su propia magia y poder, así como del efecto que estos atributos pueden tener sobre los hombres. Si sus energías se enardecen, se manifestarán en una creatividad tremenda y desenfrenada. Luego, a medida que se acerque a la fase de la Bruja, es posible que la mujer se vuelva intolerante ante lo mundano y disminuya su concentración, pero por otro lado crecerán su intuición y su capacidad para soñar, y su perspicacia e inspiración se volverán más vibrantes y compulsivas.

Las energías de la Bruja

Surgen durante la menstruación y hacen que la conciencia alcance un nivel aún más profundo que el que tenía durante la fase de la Hechicera; las energías se vuelven contenedoras e intuitivas y dejan de buscar la expresión externa, excepto durante la aparición ocasional de una visión extática. La mujer, que en esta etapa experimenta una mayor interacción con sus sueños, se siente parte de la naturaleza y percibe intuitivamente su configuración esencial.

La fase de la Bruja es una etapa de introspección, el momento de alejarse de lo mundano, dormir y soñar, expresar la magia con delicadeza y frenar el ritmo de vida; es la oportunidad de buscar solución a los problemas y de aprender a aceptar el pasado y la incertidumbre del futuro. En esta fase la mujer se abre a las energías y los instintos más primitivos, y su sexualidad —que florece como cuando hay luna llena— ahora le permite elevar su espiritualidad en vez de conducir sus energías hasta el mundo físico.

En un momento determinado, en el interior de cada mujer coinciden tanto las energías de la oscuridad como las de la luz, pues las fases no tienen un límite fijo: cada mujer es un fluir gradual de una energía a otra. Cuando una mujer está atravesando la etapa de la Virgen o la de la Hechicera posee luz y oscuridad en cantidades variables, mientras que en las etapas de la Madre y la Bruja alberga la semilla de la menstruación y la ovulación en su propio cuerpo. El proceso hacia la menstruación comienza cuando se libera el óvulo durante la fase de la Madre, y en el momento en que se desprende el tejido que reviste el interior del útero —fase de la Bruja— se inicia la maduración de la célula reproductora femenina para la siguiente ovulación. El diagrama del yin y el yang refleja claramente la semilla de la luz dentro de la oscuridad, y viceversa: es un fluir de energías de una a otra.

Del Libro "Luna Roja" Miranda Gray - Gaia Ediciones.

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