Interesante post que nos habla sobre las emociones de las mujeres, la expresión de sentimientos y la influencia de la educación y el contexto en la forma en que día a día se alienta a reprimirlas, a silenciar, a actuar de forma anti natural.
'La mujer moderna tiende a suprimir sus emociones'
La psiquiatra Julie Holland explora por qué las mujeres usan medicamentos para su temperamento.
¿Por qué una de cada cuatro estadounidenses toma medicinas psiquiátricas mientras que en los hombres la relación es de apenas uno por cada siete? Durante meses, esta pregunta le dio vueltas en la cabeza a la psiquiatra Julie Holland, que fue descubriendo en sus pacientes neoyorquinas una creciente predisposición a recurrir a pastillas para mantener un ánimo “estable”.
Entonces le surgieron más interrogantes: ¿tienen miedo de ser llamadas “histéricas” por los demás o acaso buscan que los cambios hormonales no interfieran en su productividad laboral?
Era preocupante. El dato de la medicación, que conoció cuando llegó a sus manos el estudio America’s State of Mind Report del 2011, chocó con sus convicciones sobre la psiquiatría, en especial con esa que dice que los cambios en el ánimo femenino son una muestra de nuestra evolución como especie, signos de una emocionalidad normal, sana.
Por eso, la doctora Holland consideró necesario activar la alerta. Era el momento de llamar la atención sobre el problema y presintió que titular su último libro Moody Bitches (‘brujas temperamentales’) podría causar el estruendo que buscaba y, al mismo tiempo, caricaturizar el estereotipo, promovido, según ella, por la industria farmacéutica, que asocia los cambios de ánimo con una especie de ‘locura’ inherente a las mujeres.
Y enseguida lo complementó, para que no hubiera lugar a malas interpretaciones: The Truth About the Drugs You’re Taking, the Sleep You’re Missing, the Sex You’re Not Having, and What’s Really Making You Crazy (‘la verdad sobre las drogas que estás tomando, el sueño que estás perdiendo, el sexo que no estás teniendo y lo que realmente te está enloqueciendo’).
Hasta ahora, la estrategia parece funcionar. El libro ha vendido casi 10.000 copias mensuales desde que fue lanzado, a principios de año, y el sello Grijalbo trabaja en la traducción para llevarlo al mercado en español. Las reseñas se pasean por las páginas de The New York Times, The Wall Street Journal y The Guardian (Inglaterra) y la psiquiatra Julie Holland hace énfasis en que no habla desde el feminismo, sino desde la ciencia.
Moody Bitches es el segundo libro de su larga carrera, que comenzó con el estudio de la neurociencia y la psicofarmacología en la Universidad de Pensilvania y que la ha llevado a trabajar en hospitales como el Monte Sinaí y el Bellevue, ambos en Nueva York. En este último, pasó nueve años a cargo del turno nocturno de los fines de semana en el pabellón de emergencias psiquiátricas, una experiencia que le sirvió de fuente para su primera publicación editorial: Weekends at Bellevue: Nine Years on the Night Shift at the Psych ER.
Ahora, mientras trabaja en investigaciones sobre el efecto de sustancias como el cannabis y el MDMA (una droga sintética similar al éxtasis) en el cerebro, dedica algunos de sus minutos para responder a las preguntas de este diario sobre sus puntos de vista y las razones que la llevaron a publicar este nuevo libro.
Usted sugiere que las mujeres temen ser llamadas ‘histéricas’ solo por seguir sus emociones naturales. ¿Cuál es el origen de ese miedo? ¿Cree que es consecuencia del machismo?
Si una mujer se comporta de una manera que un hombre encuentra incontrolable o inconveniente, se la acusa de ser histérica. Básicamente, el mensaje es que ella no tiene derecho a sentir o actuar así, porque no está en consonancia con la forma en la que un hombre sentiría o actuaría. Los sentimientos ponen nerviosa a la gente porque suelen ser intensos y difíciles de predecir. Durante siglos, se ha animado o educado a los hombres para suprimir su parte emocional, y ahora parece que las mujeres están siendo alentadas a hacer lo mismo.
¿Esa presión viene de las propias mujeres, de los hombres o de otras fuentes, como los medios de comunicación y la publicidad?
Respondo con un extracto de mi libro Moody Bitches:
“Los comportamientos ansiosos y depresivos han sobrevivido en nuestro acervo genético durante milenios porque son adaptables. Confieren una ventaja para nuestra supervivencia y la de nuestra descendencia. Desde esa perspectiva, una ‘hembra’ con indicadas facetas obsesivas y ansiosas no solo podría recolectar más alimentos según la estación, sino que también podrá volver al hogar de una manera más segura. También tendría más probabilidades de mantener a sus hijos fuera de peligro. Del mismo modo, una mujer depresiva podría retirarse más rápidamente de empresas en las que sienta que se está desperdiciando, y esto mismo ocurre en la búsqueda de un compañero. En caso de que sienta que no le conviene, prefiere conservar su energía (…). La capacidad de intuir las emociones y los deseos de los demás ha ayudado a las mujeres a predecir mejor si un hombre puede llegar a ser violento o a abandonar a los hijos (...). Las mujeres suelen ser temperamentales. Por diseño evolutivo, estamos predispuestas a ser sensibles a nuestros ambientes, empáticas con las necesidades de nuestros hijos e intuitivas sobre las intenciones de nuestros socios. Esto es básico para nuestra supervivencia y la de nuestra descendencia”.
De acuerdo con sus teorías, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), presentes en la mayoría de fármacos para controlar la ansiedad, pueden reducir el interés de las mujeres en el sexo. Sin embargo, existen también teorías que describen al sexo como un factor importante en el equilibrio emocional...
El sexo es muy importante en la vida emocional de una mujer. El problema con los ISRS es que, justamente, hacen que las mujeres estén menos interesadas en él y menos receptivas al placer sexual; es mucho más difícil llegar al orgasmo. Además, los estudios muestran que las mujeres con ISRS tienen menos probabilidades de estar con una pareja. Así que no es solo el sexo, sino que también es más difícil salir con alguien o enamorarse. Los ISRS silencian toda esa búsqueda. Eso tiene un impacto devastador en la vida emocional.
Usted sugiere que los altos niveles de serotonina pueden alentar a las mujeres a asumir comportamientos generalmente aprobados por los hombres. ¿Qué consecuencias sociales podría tener este hecho?
Si los niveles de serotonina de una mujer son constantemente y artificialmente altos, está en riesgo de perder las fluctuaciones naturales de su sensibilidad emocional, y modelar un equilibrio hormonal más masculino, mucho más estático. Este embotamiento emocional podría animarla a lucir invulnerable, por ejemplo, una creencia que podría ayudarlas a ascender en las empresas dominadas por los hombres. Estudios en primates demuestran que la administración de ISRS puede aumentar los comportamientos de dominancia social, y elevar de jerarquía a un animal en el grupo. Pero ¿a qué costo? Tuve una paciente que me llamó desde su oficina llorando, diciendo que necesitaba aumentar su dosis de antidepresivos porque no podía ser vista llorando en el trabajo. Después de aclarar por qué estaba molesta –su jefe la había humillado delante de su personal–, decidimos que lo que necesitaba no era más medicación, sino una confrontación calmada con su jefe.
¿En qué momento llorar se convirtió en algo malo?
Ocurre porque solemos asociar el llanto con la tristeza, pero no se trata solo de tristeza. Cuando tenemos miedo, estamos frustrados, cuando vemos la injusticia, cuando estamos profundamente conmovidos –por ejemplo, con el patetismo de la humanidad–, lloramos. Y algunas mujeres lloran más fácilmente que otras. Esto no quiere decir que seamos débiles o estemos fuera de control. A dosis más altas, los ISRS dificultan el llanto y también pueden promover la apatía y la indiferencia. La percepción negativa del llorar viene de la incomodidad de mostrar las emociones o la creencia de que algo está mal.
En una sociedad sobremedicada, nuestras emociones se vuelven sintéticas, lo que nos hace parecer inquebrantables e insensibles. Para el crecimiento personal, para un matrimonio satisfactorio y para un mundo más pacífico, lo que todos necesitamos es más empatía, compasión, receptividad, emotividad y vulnerabilidad, no menos.
¿Existe alguna solución al problema de la sobremedicación de las emociones femeninas?
Sí. La solución es llegar a ser más emocionales y no menos, para que podamos sentirnos plenas y profundas y para comunicar nuestros sentimientos con los demás. Si una mujer siente que algo está mal, tiene que decirlo. Si se priva de sentir, ¿cómo identificar lo que la incomoda y arreglarlo?
¿Cuál es su opinión sobre el nuevo ‘viagra femenino’? ¿Puede este nuevo ‘descubrimiento’ agravar el problema sobre la medicación?
La flibanserina es un medicamento que se debe tomar todos los días con el fin de tener un pequeño aumento en el número de experiencias sexuales satisfactorias de una mujer. Lo que sería mejor es un medicamento que se pueda utilizar con menos frecuencia y con un efecto más notable. Eso sí podría estar en la dirección de ser una versión femenina del viagra y sería algo estupendo. Así que, sí, creo absolutamente que la flibanserina va a agravar el problema de la sobremedicación.
¿Cuándo se dio cuenta de que todas estas reflexiones debían ser publicadas en un libro?
Cuando empecé mi práctica, hace 20 años, atendí a mujeres confundidas por sus síntomas y sin saber qué hacer. Se quejaron de dificultades para dormir, agitación o llanto, pero no sabían bien lo que estaba mal. Yo ayudé a poner un nombre a sus síntomas y les expliqué que no había medicamentos que pudieran ayudar. Necesitaba aprender más acerca de la terapia de drogas en ese entonces y mucho más handholding (acompañamiento).
Por estos días, muchas nuevas pacientes vienen a mí seguras de que necesitan una medicina para sus nervios o estados de ánimo. Solo quieren averiguar cuál. Antes, las confusiones eran de este orden: “No puedo entender por qué sigo despertando a las 4 de la mañana”, “es muy difícil salir de la cama y no me importa nada”, “estoy enojada todo el tiempo, no sé por qué”. Pero con los años, la conversación se ha transformado, de modo que ahora, por lo general, comienza con algo como esto: “¿Me puede decir la diferencia entre Wellbutrin y Effexor?”, “no he podido concluir si tengo ADD (desorden de déficit de atención) o TOC (trastorno obsesivo-compulsivo)”, “¿la nueva pastilla para dormir, la de la mariposa, es mejor que el Ambien?”… Me di cuenta de que las compañías farmacéuticas comercializan sus productos convenciendo a las mujeres sobre los patrones “normales” de sus emociones y consideran síntomas y patologías ciertas emociones, sin serlo realmente.
¿Qué críticas o elogios de las mujeres ha recibido por su libro?
Cualquier mujer que quiera saber más sobre su cuerpo y su mente y quiera permanecer saludable podría beneficiarse del libro. Y cualquier hombre que quiera entender mejor a las mujeres también. La mayoría de las mujeres que lo han leído aprecian la cantidad de información útil que encuentra. Me han escrito diciendo que les gusta mi sentido del humor. La crítica principal es, sin duda, el título. ¡Sin duda alguna! Y no es solo la palabra bitches, pues a la mayoría de las mujeres tampoco les gusta la palabra moody. Ha sido un aprendizaje revelador lo mucho que las propias mujeres odian que les digan que son emocionales.
Fuente: Períodico el tiempo Colombia