Publicado el viernes 23 de noviembre en la separata Mente Sana - Bienestar, periódico el país de Cali Colombia
¿Cómo se puede definir la preocupación?
Le suenan frases como «A ese nada le preocupa. Así le va, de error en error_»_ «No para de darle vueltas a todo, y nunca define nada», «No se puede vivir así», «de qué vale preocuparse_»_. Ya sé que el sentido común nos dice a todos que la mejor sería un término medio, y así es, pero, qué ocurre realmente en nuestra vida, en el día a día.
Conversaciones de este tipo, se viven las cafeterías, con los amigos, en el trabajo, en encuentros, conversaciones familiares en los que se hace un recorrido por todos los problemas y enfermedades. Seguro que se le ocurren ejemplos de momentos donde el círculo de las preocupaciones acampa a sus anchas, toma asiento y se acomoda como una visita indeseable.
La palabra preocupación proviene de la palabra latina præoccupatio, que se refiere a una ocupación previa o anticipada, ocuparse antes, prevenir, adelantarse o prever.
En este sentido, la preocupación nos afecta a casi todos, puede ser una respuesta útil y adaptativa de la vida, que nos permite asumir el control ante diversas situaciones; sin embargo, algunas personas se preocupan de más, algunas veces hasta el punto que la preocupación se convierte en un problema no razonable que afecta a la persona en su diversas dimensiones: emocional, físico, relacional, etc.
Podríamos decir existen diferentes tipos de preocupación:
- Actual: Ante situaciones o problemas en los que persona se sienten impotente para cambiar o que se salen de su control.
- Pasada: Sobre algo que ya ocurrió, que está abierto, que genera incomodidad y malestar interior.
- Futura: Ante las probabilidades de que ocurra algo, casi siempre negativo.
Todos hemos vivido la preocupación
Podríamos decir que la preocupación por sí sola no es un problema; el problema es cuando la persona se mantiene en ella durante largo periodo de tiempo. Una preocupación sostenida en el tiempo puede provocar ansiedad y estrés. La preocupación excesiva o preocupación patológica, es uno de los procesos psicológicos más estudiados, ya que junto a la tendencia a la evitación, se convierten en uno de los muchos problemas emocionales por los que las personas asisten a terapia.
Es importante destacar que la preocupación es una experiencia normal en las personas, y que vivimos a lo largo del día con preguntas hipotéticas del tipo: ¿Y si…? ¿Qué pasaría si ¿ ¿Qué ocurre si…? ¿Y si hago esto o aquello?, es una forma de prepararse ante lo que está ocurriendo y puede ocurrir, una vía para resolver un problema o saber gestionar una situación.
Si bien hablamos de tres grandes momentos de la preocupación, está mayoritariamente se enfoca en el futuro, generando una estado de activación que conduce frecuentemente al bloqueo, la parálisis de acción, la evitación, el dejar de hacer, entre otros.
Preocuparse o Ocuparse
Realmente, detrás de la preocupación excesiva, se esconde una tendencia para evitar cualquier obstáculo o dificultad. La persona utilizar la preocupación como una estrategia para evitar experimentar emociones desagradables.
Pre – ocuparse: es hacerse cargo de algo concreto que necesita ser atendido y resuelto, dándole la prioridad necesaria.
Imagina que la próxima semana tienes una entrevista de trabajo, es normal que la preocupación se active, querrás agradar, ser el mejor candidato, ser escogido o escogida; pero aparecen tus inseguridades, tus miedos, te preocupa cómo desenvolverte, como hablar ante el entrevistador, qué decir, que no decir, cómo responder a las preguntas de la entrevista y sí es un assessment, y si están otros candidatos, y si se me nota la inseguridad, los miedos, etc.
Así empieza el proceso de preocupación**.** Ahora bien, ante este escenario la mejor alternativa es Ocuparse más que preocuparse.
Ocuparse: Se centra en el presente, en lo que puedes hacer ahora por mejorar tu situación o resolver tu problema. Ocuparse es acción, concentración y resolución. Siguiendo el ejemplo anterior, ocuparse seria: preparar la hoja de vida, informarte sobre la empresa, repasar tus fortalezas, simular la entrevista con tu mejor amigo, etc., Es una forma activa de hacerse cargo de la preocupación desde la acción.
Algo distinto sería que te enfocaras y centraras en imaginar los peores escenarios posibles, centrándote en aspectos que muchas veces son maximizados, que no siempre son probables, pero sobre todo que están fuera de tu control. La preocupación empieza con un «Y si…» que poco a poco se va haciendo más grande, dando espacio a la imaginación, a recrearse e ir construyendo historias negativas ¿y si no les gusta el color de mi pelo? ¿y si se da cuenta que estoy nervioso? ¿y si no llego? ¿y si tengo un accidente? ¿Y si no le gusto? ¿Y si me rechazan? …Y si…
Significa un viaje al futuro que de alguna manera nos incapacita en el presente, ya que secuestra parte de nuestros recursos mentales, buscando una solución a lo que muchas veces solo es una posibilidad. Una vez entras en este bucle, aparece el miedo, el pesimismo, el catastrofismo y sin duda la ansiedad. En este escenario es muy común que las preocupaciones se apoderen de nosotros y que nos encontremos dándole vueltas una y otra vez a un mismo tema, sin descanso.
¿Qué se esconde detrás de la preocupación excesiva?
- Distraerte de otros problemas en los que no quieres pensar.
- Es una estrategia de auto-perfeccionamiento, en la que buscas la mejor forma de hacer las cosas, con el grave fondo de que nunca será suficiente.
- Intentas tener mayor control sobre situaciones, personas, cosas, la propia vida.
- Piensas que si no tiene el problema presente en la cabeza se te va a "olvidar"
- Lo has convertido en una parte de tu personalidad y piensas que es algo natural, así que si no estás preocupado, es como si no fueras tú.
- Puede que tengas la falsa creencia de que si piensas o mucho en los problemas la solución aparecerá por sí sola, por arte de magia.
- Se convierte en tu escudo para reducir futuros sentimientos de culpa, vergüenza o tristeza
- Te mantiene en modo supervivencia, siempre preparándote para lo peor.
Podríamos seguir con un listado de los beneficios secundarios que tiene la preocupación crónica, pero claro, esto es único a cada persona, con lo cual, lo mejor es que cojas papel y lápiz y hagas tu lista de ¿Para qué me preocupo excesivamente de esto o aquello?
La preocupación y el cuerpo físico
La preocupación extendida en el tiempo, además de tener consecuencias en el ámbito emocional, afectar nuestra salud física, y en general nuestro bienestar personal.
Cuando nos preocupamos en exceso y sobre muchas cosas al mismo tiempo, activamos nuestra «respuesta de estrés» para poder hacer frente a todas ellas. Así, una situación de preocupación y estrés constante o muy prolongado en el tiempo, además de afectar el normal funcionamiento del sistema digestivo, puede verse afectado el sistema inmunológico, reduciendo o dificultando la producción de glóbulos blancos, que son la principal herramienta de defensa del organismo ante invasores externos. Esto nos hace más vulnerables a adquirir todo tipo de virus y enfermedades que no podremos combatir apropiadamente.
Otros síntomas comunes en la preocupación crónica son: Trastornos del sueño, cambios en los patrones de alimentación, mareos, fatiga, dificultades de concentración, irritabilidad, contracturas y problemas osteomusculares, aumenta el nivel de azúcar en sangre, jaquecas, caída del pelo, problemas en la piel, sensación de decaimiento, disfunción sexual temporal, y en las mujeres problemas de fertilidad, problemas con el periodo menstrual, entre otros,
Es posible que el cuerpo te este hablando hace rato, te este pidiendo a gritos que pares, que ya basta, que es hora de poner las cartas sobre la mesa y afrontar el problema real antes de que la preocupación se instale en el cuerpo a través del síntoma.
Si no lo has hecho, te propongo parar y ocuparte de la preocupación antes de enfermar. La buena noticia, es que una vez te permitas parar el ruido y la preocupación crónica, empieces a ocuparte y darle la atención, comienzas a recuperarte y a ralentizar el desgaste, poco a poco empezaras a sentirte mejor y por ende a poder gestionar mucho mejor tu vida y tu bienestar.
¿Cómo empezar en casa?
Te propongo 8 estrategias para gestionar la preocupación
1. Hora de las preocupaciones**:** si tienes tendencia a pasar mucho tiempo del día preocupándote, lo mejor será crear espacio para ello. Así, escoge un momento del día para pensar sobre tus preocupaciones, ver alternativas, crear soluciones.
2. Usa un decantador emocional
A veces te preocupamos por cosas que no son verdaderamente importantes y que se convierten en el centro de nuestra vida. Por ello, una manera de intentar aclarar si aquello que tienes en frente es más o menos importantes, es hacerte preguntas ayuden a decantar la situación:
- ¿Si en 5 años tengo este problema, qué pasará? ¿en una semana, un mes, un año… seguirá siendo preocupante?. Identificar que nivel repercusión puede tener a largo plazo nos ayuda a medir la intensidad de ese pensamiento y poder gestionarlo en el aquí y el ahora.
- Elabora una escala de 1 a 10 y dale valor a esta preocupación
- Identifica lo que ocurre con situaciones similares que has vivido en el pasado. ¿Qué hiciste? ¿Cómo las solucionaste?
3. Cuantifícalo ¿Cuántas horas al día gastas en pensar en ello? Cuánto representaría en horas de trabajo? ¿Cuánto cuesta tu hora de trabajo? Ahora, has la operación!
Horas de preocupación * $10.000 pesos hora
¿Cuánto tiempo - dinero has invertido en preocuparte?
4. ¿Te merece la pena? Identifica si es necesario invertir tanta energía en ese pensamiento o si podrías emplear ese tiempo en cosas mejores o más beneficiosas para tu vida y bienestar
**5. **¿Cuántas probabilidades hay de que ocurra?
- ¿Tienes pruebas de que eso va a pasar? Son fiables.
- ¿Te ha pasado antes? ¿Conoces a alguien que le haya pasado?
“Preocuparse por cosas que aún no han pasado, solo hace que perdamos tiempo en solucionar problemas irreales, impidiéndonos disfrutar de la vida en el presente”
6. Pon en movimiento el cuerpo**:** Esta comprobado que la actividad física reduce el estrés, recarga el cuerpo, ayuda a tu bienestar físico, emocional y espiritual. Escoge una práctica que encaje contigo: yoga, taichí, natación, caminar, salir a dar unos pasos, pasear, al perro, lo que sea, pero mueve el cuerpo!
7. Aprende a aquietar la mente: Actividades como yoga, meditación, mindfulness, son claves para aprender a parar.
8. Qué está en tus manos? Piensa: ¿Qué puedes hacer? ¿Cuál es tu margen de maniobra? Si crees que es ninguno, recuerda que siempre te queda variar tu actitud, es decir, entender lo que estás viviendo como un aprendizaje. Y finalmente, haz la pregunta, ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Ya lo sé, no siempre resulta sencillo; sobre todo cuando la preocupación se ha apoderado de ti. Así que, sí la preocupación ha invadido tu escenario, ha estado extendida en el tiempo y se ha vuelto crónica; lo mejor es consultar con un especialista (psicólogo o terapeuta) que te ayude y acompañe a colocar y dar sentido a las emociones que hay detrás de la PREOCUPACIÓN.
Espero que esta información te haya sido útil, y si quieres trabajar tus emociones y proceso de duelo, no dudes en ponerte en contacto.
Parte del contenido ha sido publicado el viernes 23 de noviembre en la separata Salud y Vida, periódico el país de Cali Colombia. No lo pueden ver en línea 😶
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