¿Cuáles son tus cadenas?

Publicado November 15, 2017

¿Cuáles son tus cadenas?

    Tras un día en el que las creencias limitantes aparecieron en las diversas sesiones, recordé este cuento  Jorge Bucay, que de algún modo nos da luces sobre porqué actuamos cómo actuamos y cómo podemos cambiarlo.

    Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me

    gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la

    atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal

    preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala

    de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de

    su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante

    siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que

    aprisionaba una de sus patas.

    Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos

    centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un

    animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la

    estaca y huir.

    El misterio sigue pareciéndome evidente.

    ¿Qué lo sujeta entonces?

    ¿Por qué no huye?

    Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté

    entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó

    que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

    Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».

    No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del

    elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían

    hecho esa pregunta alguna vez.

    Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio

    como para encontrar la respuesta:

    El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era

    muy, muy pequeño.

    Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de

    que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus

    esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

    Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro...

    Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a

    su destino.

    Así como el elefante del cuento, nosotros  llevamos inconscientemente , nuestros límites psicológicos, creencias  que nos  marcaron desde pequeños y que poco a poco han minado  nuestra autoestima, confianza y por tanto nuestras posibilidades.

    No podemos cambiar  el pasado, seguir echando la culpa afuera, responsabilizando otros.

    Aquí y ahora, tienes la suerte de poder hacerte Responsable de tu historia.

    Afortunadamente podemos cambiar nuestra forma de ver aquello que nos pasó, nuestra emoción respecto a una experiencia, podemos "reprogramarnos" con nuevas miradas liberadoras y que potencien ese gran ser que llevamos dentro.

    Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no

    puede.

    Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

    Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

    Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...

    Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de

    estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de

    cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no

    lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria

    este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

    Hemos crecido llevando ese mensaje que nos im

    pusimos a nosostros mismos y por eso nunca

    más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

    Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la

    estaca y pensamos:

    No puedo y nunca podré.

    Algunas preguntas para la reflexión

    El mensaje de este cuento es pertinente en tu vida? ¿Alguna vez te has sentido como el elefante? ¿Alguna vez has sentido que no podías conseguir algo y ni siquiera lo has intentado? ¿Cuáles son tus cadenas? ¿Quién o qué nos encadena? ¿A qué le temes? ¿Qué te impide romperlas? ¿Qué cosas o quiénes pueden ayudarte a liberar de tus cadenas? ¿En el pasado, qué cadenas has logrado romper? ¿Si no tuvieras esas cadenas, qué harías?

    Sal, actúa, avanza.

    Al principio tal vez sientas aún el peso de la cadena,

    pero mira de nuevo: no existe, forma parte de tu pasado.

    Y si solo no puedes, busca ayuda.

    Gracias por leerme y compartir.

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