Mujer al otro lado de la ventana,
La distancia que nos separa en esta calle se siente como un abismo, una separación que se ha vuelto más amplia en estos tiempos de confinamiento. Desde el primer día que te vi, sola en tu ventana, algo se prendió en mí, un sentimiento de cercanía en medio de la soledad impuesta.
Cada noche, levanto mis brazos en un saludo silencioso, un gesto que tal vez alcances a percibir entre la multitud de ventanas en este gran edificio. Observo cómo otras ventanas se abren y revelan parejas, familias, niños y hasta mascotas, pero la tuya permanece ocupada por una sola figura, la tuya.
A veces, pasan minutos y no apareces. En esos momentos, una inquietud crece en mi interior. Me preocupo, deseo que todo esté bien, que tu ausencia sea solo un pequeño retraso en tus rutinas. Es curioso cómo, en medio de esta distancia física, siento una conexión contigo. Pienso en todas las personas que están solas en sus hogares, aisladas de las sonrisas y el apoyo de los vecinos. Tal vez, porque también yo me siento así en este edificio moderno que, a pesar de su apariencia, nos mantiene separados.
De vez en cuando, lanzo un avión de papel hacia tu ventana. En mi imaginación, ese pequeño avión lleva consigo un mensaje: "Hola, me alegra verte una vez más esta noche". Un sentimiento de paz me invade cuando veo que corres las cortinas, abres la ventana y tus manos se alzan para aplaudir.
Vecina del edificio de enfrente,
Aunque no nos conocemos y quizás nunca lleguemos a cruzar palabras cara a cara, quiero que sepas que hay alguien aquí, al otro lado de la acera, que se alegra al verte en tu ventana cada noche.