Trabajando con el proyecto sentido y la sanación del niño interior, encontré este texto que desde una perspectiva de la maternidad refleja de modo muy sencillo parte de lo que ocurre en el bebe durante el proceso de gestación.
La concepción, el embarazo, el parto y el periodo de postparto tienen influencias profundas en el bienestar emocional y físico del bebé.
La maternidad es un periodo considerado como abrumadoramente encantador, donde el vínculo entre madre e hijx potencializa (o retrocede) el desarrollo psiconeuronal del segundo. A pesar de que se desconoce la exactitud en la que comienza a florecer este instinto, la realidad es que la unión entre madres e hijxs inicia desde el momento de la concepción.
Médicos, psicólogos y pediatras han encontrado que todo lo que la madre hace, inclusive antes y después del parto, moldea al bebé en numerosas maneras. Se trata de un método de “programación fetal”, donde las condiciones en que la madre se desarrolla, tiene efectos longitudinales en la vida física y psíquica del pequeño. Por ejemplo, existen casos clínicos donde se ha encontrado una conexión directa entre las experiencias de compulsiones en el útero y conductas repetitivas, miedos y obsesiones más tarde en su vida.
Es decir que la concepción, el embarazo, el parto y el periodo de postparto tienen influencias profundas en el bienestar emocional y físico del bebé. De hecho, hay una correlación entre nacer con bajo peso y una enfermedad cardíaca, entre una nutrición pobre en la gestación y la diabetes, entre nacer con peso elevado y ser víctima de cáncer de mama en mujeres. Y es que, durante este periodo crítico en la maternidad, el niñx apenas está desarrollando sus distintas áreas del cerebro, siendo moldeable tanto por el medio ambiente como por los estados de ánimo de la madre. Varias investigaciones han demostrado que un bebé pudo haber desarrollado una predisposición a la depresión o una baja tolerancia al estrés debido a la manera en que su madre vivió estrés crónico durante el embarazo. En otras palabras, el cerebro del feto parece desarrollarse en función de la experiencia de la madre con el mundo: si la madre se siente albergada por la ansiedad o el estrés durante el embarazo, el mensaje que le transmite a su bebé (a través de las hormonas del estrés) es que se encuentran en un medio ambiente peligroso (aunque no sea verdad). De hecho, de acuerdo con Marcy Axness, Ph.D. en desarrollo temprano y consejería parental, el estrés crónico durante la infancia tiende a esculpir el cerebro a medida de supervivencia (huir o pelear), lo cual reduce el impulso de control y de contención/calma. Por otro lado, cuando la madre experimenta una alegría crónica, esto permite que cada órgano del bebé se desarrolle óptimamente, predisponiéndolo a la salud y a la serenidad.
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