El enamoramiento, una «droga» con sentido biológico
Las caricias y los besos pueden generar auténticos torbellinos en el cerebro- HARRY NGUYEN
Puede comenzar con un flechazo que nos hace sentir mariposas en el estómago. Puede hacerse adictivo a partir del primer beso y si se llega a un feliz encuentro sexual, la suerte está echada: el amor llega como una ola. Nos cambia por completo y nubla nuestro entendimiento. Nos hace volar desde los sentimientos de cariño, euforia y obsesión por la persona amada, al estrés y al desamparo más absoluto cuando la otra persona nos falta. El amor puede ser beneficioso a largo plazo, pero cuando rompemos, la sola visión de la ex-pareja en una fotografía puede activar las mismas regiones cerebrales que se activan cuando una tira caliente nos hace daño en el brazo. El amor es una fuente de felicidad. Y de dolor.
Esa tormenta de sentimientos es resultado de un cóctel de hormonas y del baile de múltiples regiones cerebrales que activan respuestas similares a las que activan algunas drogas como la cocaína o los opiáceos, y que en otros casos tienen cosas en común con algunos comportamientos obsesivos. Para añadir más confusión al cerebro de los enamorados, resulta que hombres y mujeres tienen, al menos en sus sistemas endocrino y nervioso, distintos conceptos de lo que es el amor, y responden de forma diferente al apego y al sexo.
Además, resulta evidente que el enamoramiento evoluciona a lo largo del tiempo. En general se considera que comienza con una etapa de excitación, euforia e inseguridad y que le sigue una fase de seguridad, calma y equilibrio. Por último, y varios años después de que comience el idilio, se piensa que el enamoramiento adquiere unas características muy similares a las de la amistad.
Todo esto ha intrigado tanto a los científicos, que se han decidido a estudiar el funcionamiento de las hormonas y la actividad de algunas regiones cerebrales en ese proceso que llamamos amor (del romántico, del que se ve en las películas. Así que, cuando no ha sido posible analizar a los humanos, han estudiado el comportamiento de algunos mamíferos y sus conceptos del amor para intentar aprender más acerca de las personas. Como resultado, y siempre teniendo en cuenta que la psicología, la cultura y la vida social tienen un enorme peso en el comportamiento del ser humano, se han sacado algunas conclusiones que pueden proporcionar algunas pistas acerca del misterio del amor.
Monogamia... hasta cierto punto
Al final, después de considerar todo este mejunje, parece que el ser humano se comporta como un monógamo seriado que cambia cada cuatro años de pareja, según las estadísticas hechas por algunos científicos. Pero también es verdad que hay parejas que dicen sentir pasión aún después de 20 años de relación y que la monogamia tiene un importante componente social. Por otro lado, hay quienes consideran que el enamoramiento es el equivalente al cortejo de los animales, y que su función es establecer lazos con la pareja mientras dura el cuidado de la descendencia durante los años en que esta es más vulnerable.
Si el conjunto resulta muy prosaico, siempre se puede recurrir a la poesía y a las obras de los trovadores para entender cómo nos afecta el amor. Pero de momento, nosotros hablaremos de los cambios hormonales y cerebrales que el enamoramiento produce y su repercusión sobre nuestras emociones.
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