Nuestra peluda,
Compañera inseparable durante 12 años.
Su presencia en nuestras vidas ha sido maravillosa, llena de alegrías, sonrisas, mimos, y mucho mucho amor.
Ha sido una maestra increíble, una gran terapeuta que durante estos años me acompaño en muchas de las sesiones (algunos recordaran sus miauuus delante de la cámara, tras la puerta esperando entrar, sus ronroneos en esos momentos de tristeza en los que simplemente se subía en el regazo de quien estaba triste, dolido, abrumado); otros la habrán escuchado en algunos de mis videos. ¿Será que quería ser gatatuber?
Ayer, nos ha dejado.
Han sido días de angustia, miedo, incertidumbre. Un diagnóstico desalentador que fue ennegreciéndose a medida que le hacían más pruebas (una tortura). Desde el día que la ingresamos sabía que no regresaría (pero de algún modo nos aferramos a la esperanza, aún a sabiendas que no iba bien).
Su mirada asustada y de aceptación nos permitió despedirnos. Y aún, en medio de su dolor, de la cantidad de analgésicos que llevaba su pequeño cuerpo, nos regalo un último momento hermoso en el que usó sus pocas fuerzas para intentar levantarse, olisquear y darnos las gracias con un lametazo.
Le hemos dado un buen morir, así como ha tenido un buen vivir.
¡Se siente aquí su vacio profundo!
Y mientras escribo y comparto con ustedes este momento, doy infinitas gracias por la presencia de esa vida peluda en mi vida, 12 años (tiempo que llevo en España).
Así, empiezo a elaborar mi duelo, el duelo de quien ha sido un ser esencial en mi familia, compañera, viajera nocturna de sueños, protectora, maestra.
Adiós princesa, estoy segura que ahora me guiarás también desde el lugar en el que te encuentres.
Buen viaje y que nuestras almas se vuelvan a encontrar.